jueves, 10 de marzo de 2016

La interactividad: Mesías del siglo XXI

La interactividad es uno de esos conceptos surgidos en los viejos tiempos, un ideal casi comparable con el comunismo o la anarquía. Sin embargo, en el nuevo siglo, la utopía inalcanzable con la que soñó algún visionario de tintes proféticos, parece en gran medida hacerse posible con la incorporación de las nuevas tecnologías a la comunicación en todos sus ámbitos.

Interactividad en el siglo pasado
Interactividad del siglo pasado
                                                       
Durante el siglo XX las manifestaciones, revoluciones y actividades del mismo orden, suponían la única interactividad posible con las elites de poder. ¿Que habría sido del che Guevara o de la revolución francesa de existir twitter?... No lo sabemos. Quizá sería una buena temática para alguna novela de tono sarcastico.

No cabe duda del inestimable poder de la interactividad. Hoy en dia esta en nuestra mano compartir informaciones, opiniones, debatir y recomendar, a tiempo real. Tenemos la posibilidad de llegar a las elites de la comunicación, la política y la cultura, abriendo una ventana a crear una sociedad más justa e igualitaria.


La interactividad a dia de hoy
En este punto, habrán visto poca concordancia entre lo irónico de las fotos y los elogios que el texto profiere. Todo lo dicho hasta ahora, es cierto, y supone un cambio a mejor - al menos teóricamente- en nuestras vidas. Sin embargo, en la interactividad, como en la vida, no todo es blanco o negro.
Si bien es cierta la posibilidad de interactuar en determinados aspectos y sectores, no es real decir que todas las esferas son accesibles, y ni mucho menos que nuestra opinión, o incluso la de un grupo voluminoso de personas, vayan a causar efecto alguno en las decisiones tomadas por determinados colectivos- véase las elites politicas y economicas.

Mayweather preocupado por las críticas

El concepto de la interactividad conlleva además un importante riesgo metafísico. La división social que puede llegar a generar. Más allá de la divergencia entre corrientes de opinión, es obvio que no todas las interacciones son respetables, adecuadas y argumentadas. No podemos en ningún caso tolerar determinados puntos de vista extremista, ni faltas de respeto hacia aquellos que se abren a la participación ciudadana. Por tanto, la guillotina se tensa sobre el cuello de la libertad de expresión, y lleva a pensar que sólo aquellos preparados para opinar de forma constructiva deben estar autorizados a hacerlo. En conclusión, se crea una separación subjetiva y sectaria entre los participantes legítimos y los no legitimados, que puede derivar en un apartheid en toda regla.

!Que la interactividad nos salve!


Si todos somos pecadores, los que mandan y los mandados, la interactividad aparece en escena con un toque mesiánico llamado a conciliar las relaciones entre los estamentos en aras de una convivencia sostenida y respetuosa.




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