Aquí hay libertad |
FINE (Por Andrés
Illescas)
Como cada vez que el sol sale y
se oculta, el rocío humedecía los foliolos de las hojas de los pinos que
poblaban este vasto territorio. El mar con su bravura desgastaba hasta arrancar
de forma inevitable, esas porciones de agua congelada que formaban los
preciosos glaciares que ponían la guinda del pastel a una esfera de gas, agua,tierra y dudas.
¿A caso era nuestro?... ¿hasta qué punto podríamos
considerar al sol dueño de su propio destino?... Tampoco nosotros éramos sus dueños…Tan
sólo obedecía a esa extraña “lógica” que parecía regirlo todo.
¿A caso es nuestro? |
A veces pienso que resulta
irónico denominarlo “lógica”, porque en gran medida parece no tenerla. Aparenta
una anarquía que a gran escala disuade la entropía y logra una unión inverosímil,
una perfección imposible de conseguir para cualquier cosa que no sean nuestras
propias ideas.
El viento…tan solo era aire
“interesado”, que dotaba de oleaje a aquellos que lo deseaban, secaba nuestras
ropas cuando venía del sur, y el norteño enfriaba nuestros cálidos deseos. Pero
únicamente…aire. Lo compartíamos, llenaba nuestros pulmones, manteniéndonos
durante un suspiro más anclados a la existencia. Con esa sátira asumida de
forma natural, envejecía a su vez nuestras células, y equiparaba desigualdades
materiales, en un perfecto e involuntario equilibrio.
Ambos respiran el mismo aire |
Se parecía al sol…hasta cierto
punto…ya que simplemente estaba. Nadie se planteaba su ausencia, nuestra
adicción a él, y lo que ambos suponían para nuestra frágil existencia.
No se redactaban pesadas
legislaciones, ni necesarias constituciones, llenas de fundamentales palabras-
que inesperadamente eran solo palabras, situadas casualmente en perfectos
folios blancos extraídos de la corteza de esos pinos cuyas hojas el rocío
humedecía- sobre los elementos que rigen de forma involuntaria los andares del
caminante anónimo.
La casualidad o el destino. Ambos
conceptos enfrentados al ego de los hombres, que con su abundancia se asemejan a hormigas
desplazándose despavoridas portando elementos para el sustento con el único
objetivo de sobrevivir.
Aquiles creía en el destino, ¿casualidad o no? |
Esa fue una diferencia ineludible
que llevó al humano a pensarse en la cima. ¡Pensarse!...irremediablemente
¡ideas!...las que nos caracterizan, y en realidad nos crean y nos destruyen. A
veces parece que un hombre vale lo que sus ideas pueden suponer. En la mayoría
de ocasiones nos creemos tan perfectos como ellas…de su misma y letal, pero
divina perfección. Tan mortales, que recorreríamos desmesuradas extensiones en
busca de la grandiosidad que una idea nos ha sugerido, enfrentándonos a la
ilógica y a la vez lógica perfección de la naturaleza, encaminándonos
irremediablemente al único destino o casualidad al que a ciencia cierta nos
tocará enfrentarnos…el fin.
FINE
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