domingo, 20 de marzo de 2016

Tinta libre: "Fine"

Hoy inauguramos esta sección semanal, denominada "Tinta libre". En ella me tomaré la libertad de escribir sobre cualquier tipo de tema, y desde enfoques diversos. Sin ningún patrón establecido. Nadie manda en esta sección, porque esto es "tinta libre",

Aquí hay libertad
El texto con el que debuta la sección se titula "Fine", y recoge en menos de un millar de palabras algunas de las grandes incógnitas de nuestra existencia. La crítica indirecta encuentra un lugar destacado en este post. Espero que lo disfrutéis y podáis apreciarlo.

FINE (Por Andrés Illescas)

Como cada vez que el sol sale y se oculta, el rocío humedecía los foliolos de las hojas de los pinos que poblaban este vasto territorio. El mar con su bravura desgastaba hasta arrancar de forma inevitable, esas porciones de agua congelada que formaban los preciosos glaciares que ponían la guinda del pastel a una esfera de gas, agua,tierra y dudas.

¿A caso era nuestro?... ¿hasta qué punto podríamos considerar al sol dueño de su propio destino?... Tampoco nosotros éramos sus dueños…Tan sólo obedecía a esa extraña “lógica” que parecía regirlo todo.
¿A caso es nuestro?

A veces pienso que resulta irónico denominarlo “lógica”, porque en gran medida parece no tenerla. Aparenta una anarquía que a gran escala disuade la entropía y logra una unión inverosímil, una perfección imposible de conseguir para cualquier cosa que no sean nuestras propias ideas.

El viento…tan solo era aire “interesado”, que dotaba de oleaje a aquellos que lo deseaban, secaba nuestras ropas cuando venía del sur, y el norteño enfriaba nuestros cálidos deseos. Pero únicamente…aire. Lo compartíamos, llenaba nuestros pulmones, manteniéndonos durante un suspiro más anclados a la existencia. Con esa sátira asumida de forma natural, envejecía a su vez nuestras células, y equiparaba desigualdades materiales, en un perfecto e involuntario equilibrio.
Ambos respiran el mismo aire


Se parecía al sol…hasta cierto punto…ya que simplemente estaba. Nadie se planteaba su ausencia, nuestra adicción a él, y lo que ambos suponían para nuestra frágil existencia.
No se redactaban pesadas legislaciones, ni necesarias constituciones, llenas de fundamentales palabras- que inesperadamente eran solo palabras, situadas casualmente en perfectos folios blancos extraídos de la corteza de esos pinos cuyas hojas el rocío humedecía- sobre los elementos que rigen de forma involuntaria los andares del caminante anónimo.

La casualidad o el destino. Ambos conceptos enfrentados al ego de los hombres, que con su  abundancia se asemejan a hormigas desplazándose despavoridas portando elementos para el sustento con el único objetivo de sobrevivir.

Aquiles creía en el destino, ¿casualidad o no?


Esa fue una diferencia ineludible que llevó al humano a pensarse en la cima. ¡Pensarse!...irremediablemente ¡ideas!...las que nos caracterizan, y en realidad nos crean y nos destruyen. A veces parece que un hombre vale lo que sus ideas pueden suponer. En la mayoría de ocasiones nos creemos tan perfectos como ellas…de su misma y letal, pero divina perfección. Tan mortales, que recorreríamos desmesuradas extensiones en busca de la grandiosidad que una idea nos ha sugerido, enfrentándonos a la ilógica y a la vez lógica perfección de la naturaleza, encaminándonos irremediablemente al único destino o casualidad al que a ciencia cierta nos tocará enfrentarnos…el fin.

FINE

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